APA 2025: entre la ciencia, la ética y la complejidad de la salud mental en la infancia y la transición a la vida adulta
Mi asistencia al Congreso de la American Psychiatric Association (APA 2025) ha sido una oportunidad para detenerme y reflexionar sobre los avances —y también las dificultades— que seguimos enfrentando en psiquiatría infantil y adolescente, así como en la transición a la vida adulta. He compartido tiempo con compañeros a los que respeto y admiro con quienes he podido disfrutar de las últimas novedades en la psiquiatría americana con el encargo de transmitírselo a psiquiatras y residentes de psiquiatría en España.
Más allá de novedades técnicas, el congreso ha estado atravesado por una mirada integradora: ciencia, ética, justicia social y la necesidad urgente de atender realidades complejas como la discapacidad del desarrollo, el trauma temprano o el impacto de los entornos digitales en el neurodesarrollo.
Entre las sesiones más interesantes, destacaría:
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El rol de los determinantes sociales como contexto —no como sustituto— del sufrimiento psíquico. Se propuso reintroducirlos incluso en los sistemas diagnósticos (nuevo DSM6).
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Los retos diagnósticos y asistenciales del autismo en adultos, especialmente mujeres y personas no verbales, una deuda pendiente en muchos sistemas de salud.
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El impacto de la adversidad temprana y los entornos digitales en el neurodesarrollo, con estudios como ABCD y HBCD que abren la puerta a nuevas formas de comprender el entorno infantil, con un nuevo concepto emergente que puede ser interesante: el exposoma digital.
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El TDAH en el entorno universitario, una realidad cada vez más visible pero aún pobremente atendido, que obliga a los sistemas educativos y de salud a coordinarse de forma efectiva.
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La psicofarmacología infantojuvenil, donde se sigue insistiendo en la prudencia por la singularidad del metabolismo infantil, atención a los posibles efectos secundarios, la personalización de los tratamientos y la necesidad de enfoques no farmacológicos de primera línea. La alta respuesta al placebo de los niños (30%) nos da la oportunidad de incorporar esa opción como intervención.
Me resultó especialmente interesante el espacio dedicado al cuidado del profesional, a esa búsqueda de sentido que sostiene nuestro trabajo frente al desgaste emocional. Una mención especial merecen las voces personales de hijos e hijas de psiquiatras, compartiendo su vivencia del impacto que esta profesión deja en casa.
Como psiquiatra, sigo defendiendo una mirada que integre conocimiento científico y respeto por la biografía única de cada persona. Que combine la precisión diagnóstica con la escucha empática. Que no olvidemos que, incluso cuando hablamos de sistemas, estadísticas o comorbilidades, estamos hablando siempre de personas.